martes, 28 de octubre de 2008

51


En cada atormentada madrugada, se prolija una insensata readaptacion a la
fuerte luz matinal. Acostumbrados como estamos a la complicidad de la
noche, a jugar con cigarrillos y malgastar cajas y cajas de fosforos, a que
nuestros pies descalzos se entrelacen, con la marchita maleza, mientras
danzamos bajo la silueta de una luna embustera y alcoholica. Mientras
dejamos a nuestro paso, restos de colillas de Pielroja, latas de cerveza,
hojas fugitivas de aquellos libros viejos, de aquellos libros prestados,
dejando unos cuantos labios sedientos y muchos labios adictos. Dejando
petalos de flores, que nos han servido para adivinar el futuro, dejando mi
sombrero olvidado en tu casa, como pretexto para verte de nuevo, tal vez
olvidando el amor afuera de ella.

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